Generación del 27: Pedro Salinas



PEDRO SALINAS (1891-1951)

Pedro Salinas

Biografía

Poeta madrileño, estudió Historia del Arte en París donde ejerció como profesor. Posteriormente fue catedrático de Literatura Española en varias universidades españolas, Oxford y Cambridge.

Su vocación por la poesía fue muy temprana siguiendo al maestro Rubén Darío en sus primeros textos.

En la primera etapa literaria el influjo de Juan Ramón Jiménez (1912) cambió su trayectoria poética Presagios, Seguro azar y Fábula y signo.

En su segunda etapa, La voz a ti debida, Razón de amor y Largo lamento es donde encontró su propia voz. El poeta se consagra cantando al amor.

La tercera etapa comprende tres libros escritos en América: El contemplado, Todo más claro y Confianza. Inicia una crítica a todo lo material (le influyen las lecturas de san Juan de la Cruz) y mostrará una visión desencantada del universo.

La obra de Salina ha gozado siempre de un gran prestigio y reconocimiento.

Obras:

  • Presagios

  • Seguro azar

  • Fábula y signo

  • La voz a ti debida

  • Razón de amor

  • Largo lamento

  • El contemplado

  • Todo más claro

  • Confianza

Cómo escribe

UNDERWOOD GIRLS

Quietas, dormidas están,
las treinta, redondas, blancas.
Entre todas
sostienen el mundo.
Míralas, aquí en su sueño,
como nubes,
redondas, blancas, y dentro
destinos de trueno y rayo,
destinos de lluvia lenta,
de nieve, de viento, signos.
Despiértalas,
con contactos saltarines
de dedos rápidos, leves,
como a músicas antiguas.
Ellas suenan otra música:
fantasías de metal
valses duros, al dictado.
Que se alcen desde siglos
todas iguales, distintas
como las olas del mar
y una gran alma secreta.
Que se crean que es la carta,
la fórmula, como siempre.
Tú alócate
bien los dedos, y las
raptas y las lanzas,
a las treinta, eternas ninfas
contra el gran mundo vacío,
blanco a blanco.
Por fin a la hazaña pura,
sin palabras, sin sentido,
ese, zeda, jota, i....

(Fábula y signo, 1931)

 

[PARA VIVIR NO QUIERO]

Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo».

(La voz a ti debida, 1933)